jueves, 20 de enero de 2011

Los locos también lloran


En estos días, las circunstancias de la historia propia y compartida (nada más y nada menos que con la propia Ele) y el impulso del planeta nos ha puesto a tomar decisiones fuertes  - esas movidas “literales” de piso.  Esas en las que te despiertas un día, y ya no estás en el mismo mundo: cambiaron colores, sabores y sinsabores, formas y fondos.  Los cambios de terruño son así – son pequeñas muertes, y a su vez, pequeñas resurrecciones.

Pero para poder vivir estos momentos con la intensidad y lucidez suficiente, es imperativo (me lo repito siempre en voz alta) no tener miedo.  Y es que si una cosa me enseñaron estos años fuera, es que el miedo es el pecado capital número uno. Si hubiese tenido miedo, ni mis pies ni mi mente se hubiesen subido a esos aviones, aventado a ciegas a esos extraños parajes ni sobrevivido a las numerosas y reiteradas perdidas por calles extrañas llenas de raras e incomprensibles señaléticas.

El miedo es el simple pánico a desnudarse frente a uno mismo; admitir que hay rincones inexplorados de nuestra propia piel a los que no nos atrevemos a llegar. El exilio, en todos sus formatos, te obliga a asumir que somos seres con sangre en las venas. Y valga la redundancia, sangramos… Las cosas nos duelen; lloramos y tenemos unos bajones feroces.  Pero eso es sólo una señal de que estamos vivos, que nos atrevemos a sentir, a querer, a enamorarnos (de lugares y rostros…) y estamos dispuestos a recoger los pedazos del corazón partío’ porque al final del día, es vivir lo que mañana puede no estar.

No damos nada por sentado. Todo se valora en el minuto en que se vive.

Y así, asumiendo el acto de locura profunda e irreversible que implica dejar todo y partir, partimos… Cada una a su tierra (tierras hermanas, nuestras tierras).  Nos tiemblan las rodillas, pero tenemos una certeza: la vida no se planifica, se vive.  Sólo los cobardes se atan a esquemas preestablecidos de los tiempos y formas en las que uno hace o deja de hacer algo.  La belleza de la locura es descubrir que aún tenemos capacidad de asombro, si dejas que la vida te sorprenda.

Y por eso volvemos a casa.

1 comentario:

  1. Dicen por ahí que partir siempre es morir un poco. Pero no me imagino cuánto debe recomponerse el corazón al saber que vuelve a su lugar de origen. Y así como dicen que "barriga llena, corazón contento", creo que a "corazón contento, alma liberada".

    Un abrazo, amiga.

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