Hay distintos tipos de pacto: acuerdos de paz, políticos, alianzas de negocio, el mismo matrimonio es uno de esos acuerdos donde se requiere una firma, y la presentación de una cédula que diga que de veras eres quien eres. Y entre todas las nomenclaturas posibles y las que están por inventarse, hay un tipo de convenio que no tiene descripción específica, pero que es, quizás, el más profundo de todos: el pacto de cariño.
Apelar al afecto toma agallas... No sólo es el hecho de tener que pararte frente a esa persona, mirarla a los ojos y asumir que el sentimiento del otro lado está vivo y latiendo fuerte. Además tienes que desnudar tu propia alma para que la conversación sea sincera, y sin convertirlo en súplica, penetres las barreras protectoras del otro lado apelando a cierto grado de caridad.
Cuando el acuerdo es para quedarte y amar, es casi una celebración. Pero el pacto de cariño es aquel en que solicitas, con infinita humildad, que te dejen partir. La asimetría del querer es un hecho de la causa: existe, es y está ahí, siempre. Si hay afecto y sabes que no hay eco del otro lado, es momento de alejarse. La piel nos exige un amor sano, simple, cómplice.
En un acto (otro más...) de infinita locura y desamarre, uno se atreve a querer. Pero si en ese camino empiezas a hacerle daño a tus manos porque no pueden moverse con libertad; si censuras los labios porque no pueden actuar en público; si finges demencia porque estás donde no debieras; si decides que es mejor partir... pues el pacto de cariño es el amor de la otra persona de ver ese camino y entender que la distancia es justa, y necesaria.
Me sincero frente a esos ojos, alejo a los fantasmas de mi historia y escucho. Mi alma atenta como perro guardián, analiza. Vuelan por mis oídos las frases llenas de "no puedos" y entonces, entiendo. Los "te quieros" empapados de destiempos se anulan y desaparecen. Lo pienso, y luego lo escucho mi voz decir: déjame partir.
El alma es un condominio donde uno guarda pedacitos de amor, ternura y abrazos. El pacto de cariño quedará estampado en uno de esos recovecos. Me despido y susurro, recordando las páginas de un viejo libro, "cuando contemples las estrellas y se te llene el alma de imposibles, es mi soledad que viene a besarte".
No hay comentarios:
Publicar un comentario