Durante estas últimas lunas, entre locuras y desparrames, el tema de las palabras, valga la redundancia, ha sido tema. Casi en calidad de asunto crítico, nuestra incapacidad para hacer un vinculo entre nuestros sueños y divagaciones con la pluma que lo plasma en un papel o en los dedos en desesperación en una teclado, parece ser crónica. No podemos; nos damos vueltas en círculos y de nuestra garganta salen sonidos planos y sin emoción.
Aclaremos qué son las palabras comunes, para no maltratar a las palabras simples, pues a ellas no sólo las admiro y adoro, sino las anhelo y busco incansablemente.
¿Cuántas veces han estado sentados frente a alguien, café en mano, pensando que lo escuchan debe ser una broma de mal gusto...? Esos discursos que parecen libretos aprendidos de memoria, recitados a trancazos y verbalizados sin inflexiones de la voz. Muy dentro, nuestra mente divaga y elucubramos sobre con cuántas personas practicó lo que estoy escuchando. ¿De veras le dijeron que era creíble la verborrea...?
Las palabras son tesoros que merecen respeto. Si las usas, siéntelas, piénsalas. Las palabras son como unas manos que no reconoces, que cuando te rozan la piel, te hacen temblar el pecho. Como cuando estás bailando, y entre giro y giro sientes un hilo transparente tratando de jalarte hacia la otra persona. Eso hacen las palabras - te tiran, te acercan, te tientan, te llaman...
Quiero palabras que me revuelquen. No quiero palabras comunes, que reconozco de libros de autoayuda donde te dicen verbo a verbo cómo salir de una situación difícil. Quiero palabras jugadas, arriesgadas, que no les importe un poco de batalla y quieran sólo silenciarse con un beso.
Las palabras arriesgadas siempre vienen de personas que lo son...
ResponderEliminarAnimo! un besito.
Ni!